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Del berlanguiano episodio de hoy en el Centro de Salud

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8 months ago

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…Y en el berlanguiano episodio de hoy de «Jaime y el Servicio Cántabro de Salud»: La doctora —una nueva, que me ha atendido superbién— me extiende una receta por lo mismo que hace quince días. Pero la leo y veo que tiene exactamente el mismo error que hace quince días. Se lo señalo. —¡Menos mal que me has avisado! —me reconoce mientras sale la receta corregida por la impresora. —Pues yo no tengo ni idea de medicina, señora —musito para mis adentros, aunque decido quedarme calladito. —Voy a darte también un volante para el especialista. Como hay mucha lista de espera, te pongo como preferente… Todo iba más o menos bien, pensaba yo, hasta que añade, lo juro: —…que les llega por fax. Por fax. ¡Por fax! Mis oídos lo escucharon nítida, inconfundiblemente: dijo que enviarían mi volante por fax. ¡Por telefax! Un silencio casi mágico se abre paso en la consulta, apenas rasgado por un nuevo papel que escupe diligente la impresora. Y allí quedamos ambos, doctora y paciente, mirándonos por un instante infinito a los ojos, aguardando lo inevitable: —¿Y los que no son preferentes cómo llegan, en diligencia? —añado yo, sin poder evitar partirme sonoramente la caja allí mismo, y hacia el final de la frase ponerme a hacer aquellos ridículos gestos de Chiquito de la Calzada cabalgando y cantando «…¡este es el caballo que viene de Bonanzaaaa!». La doctora estalla en una carcajada y ambos seguimos allí, sentados e inmóviles, mirándonos con lágrimas en los ojos, dichosamente ungidos de esa especie de sororidad mística, de esa inexplicable fraternidad entre desconocidos que, en el Universo entero, solo puede crear el sistema público de salud. Es algo que no se puede expresar con palabras. Hay que estar allí para vivirlo. Pero ella recupera inmediatamente su tono profesional y corporativo: —Es que en el Servicio Cántabro de Salud vamos todavía un poco así… —dijo como intentando expiar lo inexpiable. Nos despedimos muy cordialmente, y le agradecí con vehemencia la atención y el sentido del humor, que es lo único saludable que hallé en el centro de salud. Ya camino de la calle, me detengo en el mostrador del vestíbulo y entrego a una mujer, muy amable, mi volante para el especialista. Me da cita para mayo. Estoy sacando el móvil del bolsillo para agendarlo cuando oigo que añade: —…del año que viene. No sé que cara puse, porque cada interacción mía con la Administración pública es una odisea emocional que ríete tú de Ulises. Al otro lado del metacrilato, la mujer puso un tímido mohín como de empática disculpa. —Pe… pero… no puede ser; la doctora me ha dicho que es un volante «preferente». —Ah, pero es que en el papel no lo ha puesto… Dame un minuto, que lo cambio. Y otra impresora vomita otro folio de papel. Y aquí ando yo, mis apreciados amigos, esperando que me notifiquen «por carta o teléfono» la fecha del próximo episodio de esta saga. Pero antes, alguien tiene que enviar un fax.
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Jaime Gómez-Obregón

@JaimeObregon

Ingeniero hackeando para mejorar la Administración pública. Ayúdame a seguir 👉 patreon.com/jaime_gomez_ob…